viernes, 24 de enero de 2014

Mi estancia en el manicomio

Hola acabo de llegar hace poco a este manicomio y ya tengo un compañero de habitación se llama Paco Copa. ¿Qué porque estoy aquí?. Bueno, porque según algunas personas estoy loca y si lo admito estoy loca muy loca. Así que he decidido encerrarme en el manicomio.
Mi compañero se lleva bien conmigo solo que a veces le dar por hablar solo, tragarse cosas afiladas y decir que es la nueva reencarnación de Jesús Cristo y que vamos a morir en el infierno por pecadores. El pobre esta muy triste porque nadie quiere ser su amigo, sobre todo desde aquel día que lo encerraron porque se puso encima del altar de una iglesia gritando que era dios y empezó a pegar al cura con el cáliz del vino... En fin, mi vida aquí es muy sencilla: me levanto, una amable enfermera con un bigote me da de comer mientras me ajusta mi abrigo blanco, para que no pase frío (aunque tiene las mangas algo largas y me la tienen que atar a la espalda para que no me arrastren), después tengo cita con el doctor Necrófilo es un buen doctor siempre escucha a sus pacientes (incluso a los que han pasado a mejor vida), luego nos vamos al patio y allí hacemos ejercicio. Yo he entablado amistad con una persona que dice que se llama Napoleón Bonaparte y siempre tiene un montón de chapas pegadas al pijama, porque según él, son medallas. Cuando hemos acabado nuestra jornada de descanso en el patio, nos vamos a las duchas.
Ayer me pelee con uno porque decía que su esposa invisible Julia iba antes, pero yo le conteste que se había ido a por jabón que por eso no estaba y así es como conseguí colarme. Una vez dentro jugamos al juego de jabón, que consiste en tirar el jabón al suelo y ver quien lo coge primero. Pero por una extraña razón los únicos que juegan a ese juego son los chicos, ya que según las chicas de mi pabellón ese juego no tiene sentido para nosotras, ya que no tenemos un tiburón. (Y yo me pregunto, ¿no estaba prohibido tener mascotas en el manicomio?.)
Una vez terminadas las duchas, nos disponemos a volver a nuestras celdas y la amable enfermera vuelve para apretarme mi abrigo blanco y para darme de cenar.
Y ya por último y cuando todos hemos terminado de cenar, nos vamos a la sala de distracciones. Pero eso esta cada vez mas vigilado, porque el otro día mi amigo Napoleón dibujó una puerta en la pared y empezó a decir que era la salida y todos empezaron a pelearse por entrar menos Napoleón y yo. Estuvimos un rato en silencio hasta que le pregunté porque no los seguía si esa era la salida. Y ante mi pregunta, él me respondió: tontos no saben que yo tengo la llave.
Luego nos vamos a dormir a nuestras respectivas celdas y allí la amble enfermera con bigote, vuelve para darnos unos caramelos y nos da las buenas noches.
Y esta son mis crónicas en el manicomio no ocurre nada nuevo últimamente, salvo algunas noches, cuando mi compañero se despierta gritando que pagaremos por nuestros pecados.
Espero que me visitéis un día de éstos.

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