Antes que nada escribo
esto porque me lo han pedido. No busco dar pena, compasión ni nada por el
estilo. Lo que expongo a continuación es una serie de conclusiones que llegué
de un tiempo hasta ahora.
Supongo que debo empezar por el principio… La primera vez
que me partieron el corazón yo era solo una cría de trece años de edad. El
hombre que lo hizo fue digamos como una especie de héroe que siempre estaba ahí
para salvarme (o al menos bajo mi punto de vista). A ambos nos gustaba las
canciones italianas de los 80´s, ver películas juntos y dormir juntos en la
cama… Pero quizás lo que más echo de menos es cuando él me dejaba apoyar la
cabeza en sus piernas y me acariciaba la cabeza hasta que me quedaba dormida…
Lamentablemente, mi padre o el hombre que yo creía mi héroe, se fue marchando
dejándome sola.
A partir de ahí, empecé a cuestionarme que había hecho mal
para que ese hombre me dejase y también empecé a cambiar mi forma de pensar.
Comencé a enfadarme con el mundo, pensando que no era justo y me convertí en
una antisocial. Comencé a renegar del amor, pensando que el concepto de novios
era para las personas de mentalidad débil que no eran capaces de sobrevivir
solos. Me creé un escudo y comencé a ser una chica independiente que se
refugiaba en los libros de James Barrie y que no creía en ese sentimiento, cogiendo un
asco tremendo a las películas románticas porque pensaba que todo eso era una
gran mentira.
Pero pasó el tiempo y fui conociendo personas y pensé que
quizás debía cambiar eso de ser una antisocial y fui ampliando mi círculo de
amigos. El tiempo siguió pasando y aunque tenía amigos aún seguía con el
concepto de que no necesitaba a nadie y me creía que era muy lista al pensar
que podía esquivar a Cupido.
Pero todo cambió cuando me enamoré de cierta persona, que
hizo que mi manera de pensar cambiara. Pero lamentablemente la cosa no funcionó
bien y lo pasé tan mal como la primera vez que me partieron el corazón. Y
estuve media muerta, llegando a la conclusión de que me había estado mintiendo
durante todos estos años y que tal ve vez no fuese tan fuerte como pensaba y lo
más importante… Algo que me abofeteó en la cara durante las noches que pasaba
sin dormir: Las personas como yo no tenemos derecho a enamorarnos.
Y no fue algo que pensara fruto de un mal estado de ánimo.
Fue porque analizándome cada parte de mi ser mi di cuenta que simplemente no
puedo permitirme ese lujo. Y bueno probablemente el que esté leyendo esto
pensará que estoy exagerando pero no es así.
·
Para empezar soy una tía de lo más rara. Pero
rara de tal manera que todo el mundo me lo ha dicho.
·
Voy de dura, cuando en realidad no lo soy.
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No soy la típica chica mona a los que todos
gustan. Soy una chica algo feucha, con mucho carácter cuando se enfada y que
prefiere hacer las cosas sin ayuda de nadie.
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Tampoco soy nada fotogénica y no sé poner caras
monas cuando me hacen una foto y no tengo ni puta idea sobre el concepto de la
moda, maquillaje etc.
·
Soy un desastre con piernas. Todo lo que hago me
sale mal y ni siquiera sé que voy hacer en un futuro lejano.
·
Odio que me vean llorar y me vean en mis
momentos de debilidad, siendo yo la que siempre suelo ofrecer apoyo a los
demás.
Y todo eso sumámosle de que siempre soy la chica fea de la
fiesta, la que gusta exponer sus cicatrices de alguna manera mientras se
refugia en la mentira de que es independiente… Cuando en realidad lo que
necesito es a alguien que esté dispuesto a que me aguante mis ataques
repentinos de enfado, a que vea películas conmigo, a que me abrace sin que yo
se lo pida y que permita que me crea que soy una chica fuerte… A que me
acompañé los días de lluvia bajo una manta, que me acompañe en las estupideces
que hago y sobre todo que permita que apoye mi cabeza en sus piernas mientras
me acaricia la cabeza, al igual que hacía el primer hombre que me partió el
corazón.
Antes odiaba las películas de amor porque pensaba que esas
cosas no pasaban… y ahora las odio, pero porque sé que esas cosas no pueden
pasarme a mí. Y quizás alguien me odie por haber escrito esta mierda… pero el
asco/odio que me tengo a mi misma no lo supera nadie.