No soy imprescindible. De hecho estoy en este extraño mundo
fruto de una casualidad. Si hace treinta años mi madre no hubiera decidido
salir de casa aquella noche, jamás habría conocido al que fue mi padre. Y si mi
padre jamás se hubiera fijado en mi madre, nunca se hubieran casado. Y si mis
padres no hubiesen tenido sexo aquella noche, el espermatozoide que ganó la
carrera entre millones de espermatozoides jamás hubiese fecundado a mi madre… y
lo más importante jamás hubiese nacido yo.
Pero quizás sea eso lo que comparta con el resto de la humanidad, que todos estamos aquí fruto de casualidades que el destino o cualquier otra mierda ha decidido que pasase. Y también compartimos otra cosa y es que buscamos ser imprescindible.
Pero quizás sea eso lo que comparta con el resto de la humanidad, que todos estamos aquí fruto de casualidades que el destino o cualquier otra mierda ha decidido que pasase. Y también compartimos otra cosa y es que buscamos ser imprescindible.
Buscamos tener a alguien que se preocupe por nosotros, que
esté ahí en los momentos malos, que nos de cariño, que nos diga que todo estará
bien cuando se nos vaya nuestra vida a la mierda. Alguien que nos comprenda que
nos abrace en las noches de frío y que nos aguante nuestras tonterías.
Todos buscamos ser imprescindibles para alguien… pero
lamentablemente no todos podemos serlo. Algunos tenemos que aprender a vivir
con la soledad y aceptar que no somos imprescindibles y que simplemente nadie
nos echará de menos si decidimos irnos.
Dicen que nadie nace imprescindible, pero que nosotros hacemos que las personas prescindibles sean imprescindibles.
Dicen que nadie nace imprescindible, pero que nosotros hacemos que las personas prescindibles sean imprescindibles.
A mí me gustaría que alguien me convirtiera en imprescindible…
Pero sé que me ha tocado no serlo para nadie.
Pero y si me fuera de este mundo… ¿alguien echaría en falta
mi presencia y me haría prescindible?