viernes, 28 de febrero de 2014

HEAVEN KNOWS


_ ¡Kathy Black en diez minutos empiezas! _ aporreó la puerta su manager avisándola de que en pocos minutos tendría que estar lista.
El gran camerino de paredes rojo oscuro y decorado con calaveras de todo los tamaños estaba siendo iluminado por cuatros candelabros de hierro forjado colocados en cada esquina de la habitación. Pero la tenue luz de las velas no impidió que la estrella del rock del momento se preparara como era debido.
Katherine Williams o como era conocida artísticamente, Kathy Black, se estaba preparando para su concierto. Había conseguido batir todos los records de venta de entradas y eso hacía que se motivara y quisiera darlo todo sobre el escenario. Aprovechando sus escasos diez minutos, se despeinó un poco más su larga melena negra, se colocó sus pulseras de pinchos y se enfundó en su vieja chaqueta de cuero llena de tachuelas.
Comprobó una vez más su reflejo en el espejo para asegurarse de que estaba perfecta y cogió a su vieja amiga de seis cuerdas. Una gibson melody maker blanca y con el golpeador en negro que la consiguió a base de mucho esfuerzo antes de ser famosa. Tenía muchas otras guitarras de mejor calidad, pero pensó que aquella noche requeriría la ayuda de su antigua y fiel amiga.
Sus botas de cuero negras retumbaban con un sonoro repiqueteo por el pasillo que conducía al escenario y una vez allí, dejó de ser Katherin Williams para convertirse en su alter-ego Kathy Black. Y sólo bastó que apareciera haciendo el gesto de los cuernos con la mano para que su público estallara en aplausos y silbidos.
_ ¡Hola New York, estáis listos para el rock'n roll! _ Exclamó a modo de saludo Kathy obteniendo como respuestas más gritos de euforia por parte de sus fans. Curvó sus labios de color rojo sangre a modo de sonrisa y siguió con su saludo _ ¡Eso espero porque os prometo que esta noche tendremos rock del duro!. ¡Y además hoy es mi veintisiete cumpleaños y me gustaría celebrarlo con vosotros!.... ¡Así que viva el rock'n'roll, perras!.
Y tras su particular discurso Kathy Black comenzó el concierto. Comenzó tocando una canción de su nuevo disco titulada "I'm the devil"  para después continuar con otras canciones de su nuevo álbum y otras algo más antiguas. Pero aquella noche el cuerpo de Kathy Blacnk estaba en el escenario pero no su mente.
Aquella húmeda noche de otoño que eligió para dar el concierto, la mente de Kathy viajaba a través del tiempo. Más concretamente hace nueve años, cuando era sólo una descocnocida con sueños y aún no había conocido a su alter-ego Kathy Black.  Cuando sólo era una joven de dieciochos años con una guitarra eléctrica y algunas composiciones... cuando sólo era Katherine Williams.
Y comenzó a recordar cuando mandó a la mierda a su padre por decirle que nunca llegaría a ser una estrella del rock para después largarse de casa tras dar un sonoro portazo. Y también muy a su pesar, recordó los dos primeros años que pasó malviviendo en la calle y suplicando a las discográficas por una oportunidad. Pero todo eso quedó atrás, pues ahora era una estrella del rock mundialmente conocida con millones en su cuenta bancaria y una habitación repleta de premios.
El concierto especial de tres horas con motivo de su cumpleaños número veintisiete estaba llegando a su fin y mientras rasgueaba la guitarra obteniendo el mejor solo de la canción que la catapultó a la fama, lo ojos verdes de Kathy cubiertos por una capa de maquillaje negro vislumbraron una figura entre el público.
Enseguida supo a quien pertenecía y por primera vez en mucho tiempo sintió miedo sobre el escenario, provocando que fallara en las últimas notas de la canción que estaba interpretando. Por suerte para ella, en seguida supo como disimular el error sin que nadie se percatara, pudiendo terminar el concierto.
_ ¡Gracias New York, habéis sido un público estupendo!... ¡Y recordad que hago ésto porque soy una perra sin moral y quiero arder en el infierno!.
El público estalló en gritos de júbilo y aplausos tras oír la particular despedida que siempre les dedicaba Kathy a sus fans después de acabar un concierto. Estaba exhausta, había sido un gran concierto y lo único que quería era descansar en su camerino. Entró en su particular cuarto iluminado por los cuatros candelabros de hierro dispuesta a fumarse un cigarro como premio.  Pero al entrar en su camerino, éste no estaba vacío. La persona que vio entre el público se encontraba sentada sobre el gran sofá rojo con una enorme sonrisa que daba escalofríos.
_ Hola Katherine o debería llamarte Kathy Black.
_ ¿Qué es lo que quieres? _ Interrogó la chica mientras encendía un cigarro.
_ Eso no son modales, Katherine. ¿Qué pasa es que no te alegras de verme?.
_ ¿Debería?... Bueno acabemos con esto cuanto antes, ¿qué es lo que quieres?.
_ No nos vemos desde hace mucho tiempo y ¿ya quieres que me marche?. Por cierto me guste la forma que tienes de despedirte de tus fans... no sé, concuerda con tu personalidad y la manera con la que conseguiste ser una estrella del rock.
_ En una hora me pondré en marcha para estar a tiempo en el concierto que daré en California. Así que por favor dime que es lo que quieres y vete _ Insistió una cada vez más nerviosa Katherine.
_ Me temo que eso no va a ser posible, pues vengo a cobrarme la deuda.
El cigarro que se estaba fumando la chica, cayó al suelo ante el impacto de la frase que había escuchado por parte de su oponente. Y enseguida su mente fue inundada por recuerdos de hace ocho años cuando entró en una vieja iglesia abandonada en medio de una gran tormenta.
_ P-pero si me dijiste que te la cobrarías cuando muriese de forma natural.
_ Lo siento cambio de planes. Digamos que necesito que me entregues la parte que me corresponde a cambio de haberte proporcionado el éxito de una estrella del rock.
_ Pero eso no es justo... Hace ocho años firmé ese acuerdo contigo _ Intentó imponerse Katherine sin mucho éxito mientras los recuerdos seguían invadiéndole la mente.
Unos recuerdos que mostraban a una joven y desesperada katherine Williams por tener éxito en la industria de la música. Una Katherine pintando un pentágono de cinco puntas con sangre de cabra en la iglesia abandonada y pidiendo un trato con el hombre que tenía delante. Un trato que le fue concedido a cambio de una cosa insignificante para ella.
_ ¿A mi me vas a decir lo que es justo?. ¿Después de que ese ser misericordioso llamado Dios me desterrase y me condenase al fuego eterno?. No tienes ni idea de lo que es la justicia y ahora prepárate para entregarme tu alma y arder en el fuego eterno junto a mi.
Dos horas después el cuerpo sin vida de Ktherine Williams fue encontrado sobre el suelo de su camerino. Según el forense, no había signos de violencia ni mucho menos de haber consumido drogas sólo una extraña marca sobre el lado izquierdo de su pecho. Una marca que el forense determinó como una extraña quemadura, aún no estando muy convencido de ello, pues nunca había visto nada parecido. Pero lo que más le sorprendió al forense era la extraña forma de ésta, pues era un pentágono de cinco puntas con el número 666.

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lunes, 24 de febrero de 2014

NORMAS

Nuria se levantó de la cama mucho peor que antes de haberse metido en ella. Quizás había influenciado el hecho de que se había pasado la noche en vela sin poden conciliar el sueño. Se desperezó, se asomó a la ventana y comprobó el tiempo.
Era un día realmente soleado, demasiado para ser un día que pertenecía a la estación de otoño. Sin muchas ganas se dirigió al baño y vio el reflejo que le devolvía el viejo espejo del baño y comenzó a analizarse.
Vio sus pelo largo y castaño, sus ojos marrones, su rostro y se preguntó porque ella y no las demás. Porque era la única que no tenía novio mientras que sus amigas tenían ese previlegio. Porque mierda se sentía tan sola en medio de un montón de gente. Y lo más importante porque nadie se percataba de como era realmente.
Y entonces en medio de tantas dudas, lo recordó. Empezó a recordar las diez normas que se había impuesto ella misma o más bien la sociedad y comenzó a decirlas en voz alta como un mantra.
Norma número 1: A nadie le importas, así que no vengas con lloriqueos porque nadie te va a escuchar.
Norma número 2: Eres y siempre serás la chica fea del grupo y nunca conseguirás que ningún chico se fije en ti.
Norma número 3: No intentes destacar en medio de una conversación porque no eres nada importante.
Norma número 4: Y no intentes de imponer un tema de conversación porque eres una chica insulsa y aburrida.
Norma número 5: Nunca pidas alguna muestra de cariño, porque nadie te la va a dar.
Norma número 6: No tienes derecho a enamorarte de nadie, pues bien sabes que enseguida te rechazará por tu horrible físico.
Norma número 7: Eres una mala persona. Haga lo que hagas siempre joderás algo así que será mejor encerrarte en casa.
Norma número 8: Por mucho que te sientas triste por ser la única chica del grupo sin novio, tienes que reflejar alegría y hacer como que no te importa ser la eterna sujeta-velas. (Recuerda la norma número 1).
Norma número 9: Puedes llorar y patalear todo lo que quieras siempre y cuando nadie te vea para aparentar fortaleza.
Norma número 10: Eres una gran mierda que debería desaparecer para que las personas que te conocen se libren de la pesada carga que eres... Así que, ¿por qué no lo haces de una puta vez?.
Nuria recitó en voz alta la última norma percatándose de que era la única que no había cumplido y que ya era hora de que la cumpliera. Con cierta pesadez rebuscó en el cajón del mueble hasta dar con una cuchilla. Llenó la bañera hasta arriba de agua caliente y se sumergió en ella para después hacerse dos profundos cortes en cada una de sus muñecas.
_ Por fin va a venir la única persona que realmente le importo. _ Murmuró Nuria antes de cerrar sus ojos para siempre.
Lo que no sabía Nuria es que podría haber evitado todo eso si hubiera recordado la única norma que realmente vale la pena: sé tú misma, quiérete a ti misma porque eres una persona irremplazable, llora cuando lo necesites y sobre todo sonríe feliz porque sólo tienes una vida. 

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jueves, 20 de febrero de 2014

FANFICTION.NET

Hola a todos los que rondan por mi humilde blog. Os quería informar de que por aquí no es el único donde escribo relatos cortos, también lo hago por la página fanfiction.net.
Si no sabes lo que es un fanfic os lo explico: Un fanfic es donde puedes coger la trama o los personajes de una película, libro, vídeojuego o comic y crear tu propia historia.
Cabe destacar que yo empecé a escribir en esa página y a día de hoy lo sigo haciendo. Si queréis leer algunas de mi historias (tengo cuatro terminadas y una en proceso) entrad en mi perfil de fanfiction.net
https://www.fanfiction.net/~ami142
 Muchas gracias por leer :)

miércoles, 19 de febrero de 2014

Elizabeth Stride

Era una típica noche en la gran ciudad de Londres de 1888. Faltaba poco para que el verano se despidiera definitivamente y comenzara el otoño. Pero aún así se podía apreciar como el frío comenzaba a adueñarse de la ciudad inglesa.
El sol comenzó a ocultarse, señal inequívoca para que las madres recogieran a sus pequeños para darles de cenar y arroparlos mientras esperaban a sus maridos que venían después de un día de trabajo buscando el calor agradable de su hogar.
Pero también era la señal para que las mujeres que llevaban una vida más alegre saliera para hacer su trabajo.  Y Elizabeth Stride o como era conocida, Long Liz, no iba a ser menos. Aquella noche salio de la pensión que se encontraba en Flower and Dean Street para cumplir con el trabajo que desempeñaba.
_ ¿Vas a trabajar? _ Preguntó la dueña de la pensión. Una mujer que rozaba los setenta y olía a pescado _ En el periódico de hoy ha salido la noticia de que el asesino conocido  como Jack el Destripador, se ha cobrado una segunda víctima.
_ Me guste o no, es mi trabajo y tengo que hacerlo. Aunque el peligro aceche porque si no, ¿de qué viviré?.
Elizabeth era una de las tantas prostitutas que ofrecía su servicio a cambio de unas pocas monedas en Londres. Era una de las más cotizadas, ya que al haber nacido en Suecia tenía una belleza poco común y hablaba inglés con un acento un tanto simpático.
Sin prisa anduvo entre los transeúntes que aún seguía deambulando por las calles de Londres. Eran hombres de la peor calaña, como estafadores, ladrones y algún que otro vagabundo que no tenía donde pasar la noche. Al fin y tras diez minutos de caminata, Elizabeth llegó a su puesto de trabajo y se colocó al lado de la vieja farola de gas, tan recta como una vela.
Aquella noche optó por ponerse un vestido rojo, el cual hacía que sus atributos quedaran marcados y parcialmente descubiertos. Y aunque el frío otoñal comenzaba a hacerse notar, la Long Liz, permaneció quieta, en espera de su primer cliente en la calle de Whitechapel. No tardó mucho en aparecer, pues pronto un hombre gordo y que apestaba a vino mezclado con opio se acercó hasta donde estaba ella.
_ ¿Cuánto por tu servicio?.
_ Media libra.
El apestoso hombre asintió y se fue con Elizabeth hacia un rincón apartado para poder eliminar la necesidad de tener sexo aquella noche. Al fondo se podía oír las campanas del viejo Big Ben marcando las nueve mientras Elizabeth cumplía una vez más con su trabajo. Al terminar la faena, la prostituta se subió las enaguas, se bajó la falda del vestido y extendió una mano para recibir la media libra que le debía el cliente.
_ Para hacerlo tan mal, cobras mucho, Long Liz.
_ No es mi culpa si la miniatura que tiene como pene no ha sabido hacer su función. Y ahora págame, tengo que volver a mi puesto de trabajo.
_ Ni hablar... Para ser una puta común, eres demasiado orgullosa, ¿no te lo han dicho? _ Y agarro a la mujer por un brazo para poder pasar su sucia lengua por el delgado cuello.
Elizabeth se apartó con brusquedad, propinándole una fuerte bofetada al asqueroso hombre. Al decir verdad, ella nunca temía a esa clase de hombres ya que después de veinte años de trabajo, estaba más que acostumbrada. Ese hombre era  como el típico que quería hacerse valer, pero que en cuanto ella se imponía, solía pagarle el servicio sin rechistar.
_ Ya ves que no soy ninguna puta común. Ahora págame.
_ Ni lo sueñes.
Y ante sorpresa de la mujer, el hombre sacó una navaja de sus pantalones. Eran poco los hombres que solían atacar de esa manera, pero ante esa situación Elizabeth tenía que imponerse y comportarse valientemente si no quería morir allí mismo.
_ Deja a la dama tranquila.
Esa última frase dicha por una voz masculina, sobresaltó tanto a Long Liz como a su cliente. Normalmente los demás no solían entrometerse en una discusión entre una prostituta y su cliente. El viejo y barrigón desvió su mirada hacia el valiente que se atrevía a interponerse. Era un hombre elegantemente ataviado con un traje de chaqueta y en su mano derecha sostenía amenazadoramente un bastón con la punta acabada en forma de un león de marfil.
_ ¿Y quién es usted?.
_ Eso a ti no te importa. Ahora págale a la señorita y váyase.
Con la cara contraída por un gesto de enfado, el viejo se dirigió hacia el joven caballero con el pequeño objeto punzante levantado en un gesto amenazador. Pero por mala suerte para el agresor, el joven se deshizo de la navaja con un golpe de su bastón. Aprovechando que el agresor se quedó aturdido unos instantes a causa del inesperado ataque, el caballero aprovechó para propinarle un golpe con su bastón en la espalda, haciendo que se cayera al suelo.
_ P-por favor, n-no me haga daño.
_ Si no quiere que termine con lo que he empezado, págale la media libra que le debe a la señorita y lárgate lejos de aquí.
El viejo y apestoso cobarde soltó el dinero y se fue corriendo por donde había venido, perdiéndose en la oscuridad de la noche, Mientras que Elizabeth cogía el dinero del suelo tímidamente.
_ Señorita, ¿se encuentra bien?.
_ Sí, gracias a usted. ¿Y tiene mi héroe algún nombre con el cual pueda identificarle?.
_ Mi nombre no tiene importancia, sólo el hecho de que estés sana y salva.
_ En ese caso _ Sonrió con dulzura la mujer _ a mi anónimo héroe le concederé un servicio gratis. Es lo mínimo que puedo hacer.
_ No gracias, no será necesario. Pero procura tener más cuidado la próxima vez... los periódicos dicen que un despiadado asesino anda suelto.
Y sin más el amable hombre que se convirtió en su particular héroe, se fue. Elizabeth se entristeció, pues se sentía en deuda con él. Pero no tuvo que esperar mucho para volver a verlo, pues a los días volvió a verlo paseando tranquilamente por su zona de trabajo. La mujer no tardó ni dos minutos en abandonar su puesto para acercarse hacia donde estaba él.
_ ¿Usted por aquí de nuevo?. Me sorprende que un hombre como usted se pasee por los barrios de la clase baja de Londres.
_ No es tan raro si tengo una razón importante para hacerlo. La andaba buscando, pues estaba preocupado tras dejarla sola la noche pasada.
_ Es usted muy amable, pero ya ves que sigo perfectamente.
_ Entonces, no le molestará que le haga un regalo, ¿verdad?.
Para sorpresa de Elizabeth, el simpático caballero sacó de uno de los bolsillos de la chaqueta una rosa roja. Pero no una cualquiera, pues esa rosas sólo se cultivaban en los jardines del palacio de Buckingham y aunque una mujer como Long Liz nunca había entrado en un sitio de esa categoría, enseguida supo identificar la procedencia de la flor.
 _ ¿Es lo que creo que es?... ¿Una de las rosas que se cultivan en el palacio de Buckingham?. No es que la rechace pero, ¿cómo lo ha conseguido?, ¿no se meterá en problemas por mi culpa?.
_ No se preocupe mi joven dama, porque digamos que tengo mis influencias. Sin más me retiro por esta noche y espero que tenga usted una noche de trabajo agradable.
Las otras noches que siguieron, el misterioso y apuesto hombre apareció junto con un pequeño regalo para Elizabeth. A veces era comida que ella no se podía permitir como uvas o caviar, otras en cambio, era una pequeña joya o flores que se cultivaban en el palacio de Buckingham. Y aunque la mujer se sentía mal por no compensarle tantos favores, pronto se acostumbro a sus inesperadas visitas durante el trabajo.
Y casi por sorpresa llegó el otoño. Una fría noche del treinta de Septiembre, Elizabeth se colocó en su sitio habitual junto a la farola de gas, esperando a ofrecer sus servicios a cualquier hombre que lo necesitara. Esa noche iba ataviada con un bonito vestido azul que resaltaba sus enormes ojos del mismo color.
La niebla era espesa aquella noche y dificultaba su visión, pero aún así pudo identificar a la figura que se acerba a ella con paso firme. El viejo Big Ben marcaba las diez en punto cuando el caballero que la salvó la vida hace un par de semanas, la saludó con amabilidad.
_ Buenas noches, my lady.
_ Buenas noches, my gentleman. ¿Qué le trae por aquí a estas horas y con esta horrible niebla?.
_ No se haga la sorprendida, ya sabes que vengo a visitarla. Pero esta vez me va a perdonar porque no tengo ningún regalo que ofrecerle.
_ No se preocupe, es más la que le debo un regalo soy yo por haberme salvado la vida y tratarme como una dama cuando ningún hombre es capaz de hacerlo.
_ ¿Pero acaso no estoy con una? _ Sonrió con amabilidad el simpático caballero _ Hoy me vas a permitir que sea descortés con usted y le pida un favor.
_ Por supuesto, ¿de que se trata?.
_ Verás necesito de tus servicios. _ El hombre se acercó con cierto halo de misterio a la farola, iluminando parcialmente su rostro. El cual por sus características parecía pertenecer a un un hombre no mayor de cuarenta años.
_ Por supuesto _ Sonrió la prostituta con amabilidad _ Pero con la condición de que no le cobraré nada.
_ Me alegro de que usted me conceda ese favor, pero me gustaría que lo hiciéramos en unos de los callejones de allí.
Elizabeth asintió y seguida por el hombre, se dirigió hacia uno de los callejones. Para sorpresa de ella, el hombre la introdujo con cierta brusquedad.
_ ¿Por qué tanta brusquedad?... ¿es acaso que le da vergüenza que le vean conmigo?.
_ Mis disculpas queridas, pero tengo cierta prisa.
_ Entiendo, en ese caso acabemos cuanto antes.
Elizabeth comenzó a bajarse la enaguas y a subirse la falda de su vestido azul, mientras aquel hombre la observaba con cierta mirada extraña. Elizabeth se estremeció, pero decidió no hacer caso a su subconsciente y seguir con su trabajo.
_ Antes de empezar me gustaría revelarle mi nombre. _ Ante aquella inesperada preposición, la mujer la miró extrañada pero curiosa _ Verás lo más seguro es que hayas oído hablar de mi, ya sea en los periódicos o por alguna de tus compañeras de profesión.
_ Así que estoy con alguien famoso. ¿Y quién es usted? _ Preguntó divertida Elizabeth_ ¿Eres el príncipe de Inglaterra?... ¿un político importante?... ¿O quizás un admirable médico?.
_ Se me conoce principalmente por mi extraña afición. Sólo lo he hecho dos veces, pero ha sido las suficientes como para que mi nombre se haga historia.
_ ¿Y su nombre es...? _ Preguntó impacientemente Elizabeth.
_ Jack el Destripador.
Y antes de que pudiera huir, aquel hombre que se comportó con amabilidad con ella, se abalanzó hacia su cuello, estrangulándola hasta darle muerte.

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viernes, 14 de febrero de 2014

LAURA WOODS (ESPECIAL SAN VALENTÍN)

Fue esos electrizantes ojos azules lo que hizo que Laura Woods, una estudiante de medicina, se estremeciera. Ella como era habitual, había tenido otros novios anteriormente, pero se podría decir que nunca había sentido nada parecido por algunos de ellos.
A lo mejor, pensó, que la pequeña descarga que sintió en su espina dorsal era un claro ejemplo de eso que las personas llamaban amor a primera vista. Suspiró y se entristeció al saber que su primera clase de anatomía había acabado por ese día y no volvería a ver ese chico hasta la clase siguiente.
El tiempo que transcurrió hasta que volvió a ver a su amado, pasó demasiado lento para ella, sintiéndose como un naufrago perdido en una isla desierta esperando a que un barco lo rescatara. Pero por fin la ansiada clase apareció, rescatándola de su particular naufragio.
Y allí estaba él, con esos particulares ojos azules y esos pelos revueltos de color azabache. Y volvió a sentir esa corriente recorrerle la espalda, sitiéndose la chica más afortunada del mundo, pues parecía que ninguna de sus compañeras se había percatado de aquel chico que hacía que su corazón se desbocara.
Los días que no coincidía con él en las demás clases, se le hacían eternos y parecía como si le faltase el órgano más importante de su cuerpo. Pues Laura comprendió, que podría vivir sin un pulmón o un riñón, pero no podía vivir sin un corazón que bombease sangre. Y el culpable de que sintiera ese vacío tenía nombre y apellidos.
Michael Jonas, o como era apodado por sus compañeros, Mike. Él era el causante de toda esa nueva ola de sentimientos que sentía Laura cada vez que lo veía y también era el causante de que la chica estuviera melancólica y cabizbaja, al creer que él no sentía lo mismo que ella, ya que nunca se molestó en dedicarle una sonrisa... ni siquiera en dedicarle una mirada.
Hasta que llego el día en que esos grandes y profundos ojos azules se tropezaron por accidente con los ojos marrones de Laura, haciendo que la corriente eléctrica se expandiera por todo su cuerpo y erizara el pelo de la nuca. Y supo que aquel chico era el chico de sus sueños.
Horas más tarde y aún con la mirada que le dedicó Mike en la mente, llegó al piso que compartía con algunas chicas, pero por una vez el piso se encontraba vacío. Aprovechando que tenía la vivienda para ella sola, decidió recompensar sus largas horas de estudio con un buen baño caliente. Llenó la bañera hasta arriba y se introdujo en el agua caliente. Pero a pesar de sentirse relajada no estaba tranquila.
Había algo que impedía que no se relajase del todo. Un par de orbes azules era lo que causaba su intranquilidad y su nerviosismo impidiendo que disfrutara de su baño. Algo frustrada, decidió dar por terminado el baño por ese día para después tumbarse en su cama vestida sólo con un albornoz de color azul.
Azul... ese jodido color que había decido permanecer en su mente impidiendo que pensara con claridad. Con un gran suspiro, comenzó ha acariciarse su miembro femenino, jugueteando con su clítoris divertida mientras no dejaba de pensar en Mike. Cansada de hacer lo mismo durante cinco minutos, decidió explorar más su cuerpo y se introdujo su dedo índice dentro de su vagina, pero como no le pareció suficiente placer, se introdujo un segundo dedo y después un tercero. Laura gemía pensando en su amado mientras movía sus dedos frenéticamente a la par que su cuerpo, el cual estaba excitado de una manera que nunca antes había estado al imaginarse a un invisible Mike, besando sus labios.
Ya no importaba nada, ni siquiera el sonido del vecino aporreando la pared y pidiendo que por favor pararan porque el sonido de los muelles del colchón traspasaba la pared. No, lo único que le importaba a Laura era esos ojos azules como el hielo que hacían que sus pezones se endurecieran y su vagina reclamase por se invadida por el miembro de Mike.
Y como si todos los dioses hubieran escuchado las plegaría de Laura, llego el día en que su deseo se cumplió. Una fría tarde de Diciembre en la que la lluvia no paraba y amenazaba con permanecer durante mucho tiempo, a Laura se le perdió su agenda.
La chica desesperada, recorrió toda su habitación y todo el piso en busca de ésta, hasta que haciendo memoria lo recordó. Ese día había tenido clases de anatomía en la universidad y tras despistarse al observar al chico de su sueños, olvidó guardar otra vez su agenda en su bolso con los demás libros.
Por suerte para ella, la universidad seguía abierta por la tarde y como todavía no había oscurecido del todo decidió ir a por ella. El cielo estaba gris y una tormenta amenazaba con aparecer de un momento a otro, así que decidió caminar con paso ligero para no tener que mojarse en el camino de vuelta. Entro en una casi desierta universidad, cruzándose solo con dos o tres profesores que la saludaban con amabilidad de camino al aula de anatomía.
Por fin llegó al aula mientras un trueno sonó afuera anunciando la tormenta. Tenía que darse prisa si no quería que la tormenta la sorprendiese. Por suerte para ella, su agenda estaba donde la dejó olvidada, encima de la mesa que se encontraba junto a la cámara frigorífica. Se apresuró en guardar su agenda para salir de allí cuanto antes, pero no pudo.
Las grandes orbes azules de Mike se encontraba en el aula, observando en silencio todo lo que hacía ella. Ella se mordió el labio inferior intentando esquivar esa mirada, en un intento frustrado de poder librarse de él. E incluso se intentó convencer que aquello no estaba bien, que no podía besar a un chico que apenas conocía. Pero por mas que lo intentó, al final el deseo de la lujuria se apoderó de ella. Y sin poder evitarlo durante más tiempo, se abalanzó hacia él, besando su finos labios, jugando con su lengua y haciendo que la corriente se volviera a expandir pero mucho más intensamente que en las otras ocasiones.
Laura guió a su amado hacia la camilla metálica que había en el aula, haciendo que éste se tumbara permaneciendo a la merced de ella. Afuera se desencadenó una fuerte tormenta que hacía que los cristales del aula retumbara, pero no importaba. Ya nada tenía sentido para la chica, la cual no paraba de besar esos labios que tanto había anhelado, parándose sólo para coger aire.
Pronto la ropa se convirtió en algo innecesario, una barrera que impedía el contacto de ambos cuerpos y que pronto acabó esparcida por el suelo. Tímidamente comenzó a acariciar el torso desnudo de Mike. Comenzando por la parte superior del pecho, para después hacer un recorrido con sus manos por sus pezones, su abdomen hasta llegar a su miembro, sintiendo su pálida piel bajo el tacto de sus manos.
Y fue en ese momento, mientras sostenía entre sus manos el miembro de Mike, cuando se percató que jamás había llegado tan lejos con un chico. Laura lanzó una mirada interrogativa hacia los ojos azules de su oponente y éstos le devolvió una respuesta afirmativa. La chica comenzó a masajear el miembro con un movimiento rítmico mientras Mike enterraba su rostro entre los pechos de su amada.
En el exterior, la fuerza de la tormenta aumentó, haciendo que unos de los cristales de la ventana se partiera al recibir el impacto de una rama. Pero para Laura, el estruendo producido por el crujir de los cristales, no era más que un simple sonido que formaba parte de la banda sonora de la película que estaba viviendo con su amado. Celosa de que sólo sus manos estaban disfrutando, guió con dulzura la suave mano del chico hacia su vagina, haciendo que por puro instinto, explorara el interior de ésta.
Laura gemía de placer, mucho más fuerte que la vez que se masturbó pensando en él, sintiendo la calidez de sus dedos penetrar dentro de ella mientras se dejaba llevar por nuevos sentimientos que nunca antes había experimentado hasta que supo que ya había llegado el momento de librarse de esa pesada carga llamada virginidad.
Anteriormente, siempre había rechazado la propuesta de perder su virginidad con algunos de sus ex-novios porque nunca estuvo segura, pero esta vez no había sitio para la duda. Siempre supo desde que vio esos ojos azules, que él sería el elegido para entregarle su virginidad y ahora, estaba preparada para fundirse con Mike y ser uno sólo. Con gran timidez pero a la vez con algo de enfado por tener que retirar los dedos de su amado, Laura dejó que su vagina pudiera cumplir el deseo de ser invadida por el pene de Mike. Sintió un dolor agudo dentro de ella, pero no importó pues al final tenía lo que había deseado desde hace meses. Al primer movimiento, lo siguió un segundo y después un tercero, formando un rítmico baile que sólo ellos dos entendían. Y lo que comenzó como un simple capricho, pronto se convirtió en pura necesidad.
Los dos amantes siguieron con su particular juego, sin percatarse del sonido de las pisadas de un profesor, el cual junto con un pequeño grupo de alumnos se disponía a dar una clase de temática avanzada sobre anatomía. Sin sospechar nada de lo que estaba sucediendo en el aula, el profesor abrió la puerta despreocupadamente justo en el momento en que Laura estaba llegando al orgasmo.
Tanto él como los alumnos quedaron horrorizados al contemplar la escena que se estaba desarrollando ante ellos. Laura una alumna de primer año de medicina estaba teniendo sexo con Mike... o lo que quedaba de él. Pues Michael Jonas había sido un brillante alumno de la universidad, que desgraciadamente contrajo una extraña enfermedad en el hígado provocándole la muerte. Un alumno que amaba tanto la medicina, que pidió como última voluntad donar su cuerpo una vez muerto, a la facultad de medicina, para que los futuros alumnos estudiasen la extraña enfermedad que lo llevó a la muerte. Pero lo que nunca sospechó Mike, es que después de muerto, le robaría el corazón a la perturbada de Laura Woods.

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martes, 4 de febrero de 2014

La Oveja Negra.

Las botas de cuero negro de Diane repiqueteaban sobre el frío suelo de la sala. No tardó en encontrar lo que andaba buscando, pues la mesa ostentosa de madera de la secretaria era lo que más destacaba. Con paso firme y decidido se dirigió hacia ella.
_ ¿Desea algo?_ Preguntó la cuarentona mujer sin levantar la vista de la mesa.
_ Me llamo Diane White. He venido porque el señor Fink me ha citado esta mañana.
_ Le diré que has venido. Por favor toma asiento mientras espera a que te llame.
Diane obedeció, se quitó su chaqueta de cuero negro y se sentó en una de las viejas sillas que había en la recepción. Toda esta situación le parecía un tanto absurda ya que hace nada, estaba en un concierto de rock y por culpa de una llamada tuvo que abandonarlo inmediatamente.
Pensó en lo que le diría su madre, esa mujer que siempre le reprochaba su aspecto físico. También pensó en su padre, ese hombre tan estricto que le repetía una y otra vez que era la oveja negra de la familia y que debía tomar el ejemplo de su hermana menor, Wen
Su hermana... esa persona tan jodidamente cursi e insoportable que parecía que había nacido para ser una modelo de revistas y destacar en todo. La misma que miraba con cara de asco las camisetas de grupos de rock que solía llevar y la que le restregaba en la cara lo mucho que la adoraban sus padres.
Y Diane se lamentaba porque sabía que Wen tenía razón. Para sus padres ella era la recompensa por haber tenido una oveja negra. Pues su hermana, era la típica a que todos miraban por donde pasaba, a los que adoraban y a las que todo querían tener en su fiesta. La hija que todos deseaban tener.
_ ¿Por qué no puedes ser un poco como tu hermana pequeña? _ Solía preguntar su madre _ ¿Por qué no aprendes de ella y viste como una persona normal?.
_ Tu madre tiene razón _ Protestaba su padre _ Debería tirarte a la basura todas esa camisetas de rock que tienes. A veces me da incluso vergüenza que vengas con nosotros de vacaciones. Eres la oveja negra de la familia.
Y quizás, pensó Diane, que por tener esa conversación hace unos días, sus padres no la llamaron para que fueran con ellos de vacaciones. Y puede que ese fuera el motivo porque la mañana de ayer, se levantara y no encontrara a nadie de su familia, exceptuando una pequeña nota de despedida.
_ ¿Diane White? _ La sacó de sus pensamientos una voz ronca _ Soy el Forense Fink, por favor pase a la habitación.
La joven obedeció y entró en la fría cámara mortuoria, centrando su vista en la gran camilla cubierta por una gran sábana blanca.
_ Siento mucho tener que enseñarle ésto _ Dijo el forense rompiendo el silencio _ Pero es necesario que usted vea los cadáveres para que los identifique. Ha sido un accidente tan horrible, que nos ha costado poder identificarlos. ¿Está usted preparada?.
Diane asintió firmemente y a continuación el forense quitó la sábana, dejando al descubierto los cuerpos de sus padres y el de su hermana. Era una imagen tan grotesca que la chica dio un respingo.
Allí estaba el hermoso cuerpo de su hermana irreconocible por el accidente junto el de sus padres, los cuales tampoco se habían librado de los daños.
_ ¿C-cómo ha-a s-sido? _ Se atrevió a preguntar Diane después de un breve periodo de silencio.
_ Fue un camión que transportaba propeno. El conductor se quedó dormido, se saltó un stop y al chocar con el coche de tus padres, éste estallo. Por suerte era muy temprano y los únicos en morir fueron tus familiares junto al conductor. Siento mucho lo sucedido... ¿Se encuentra bien?.
_ S-si, es solo la primera impresión._ Respondió Diane limpiándose las lágrimas _ Será mejor que vaya a comunicar al resto de mi familia lo sucedido.
_ Está bien, si necesita ayuda psicológica puede llamar a este número _ Se despidió el forense entregando una tarjeta con un número.
Diane salió de allí sin saber que hacer, ya que ella era la única que no había muerto en el accidente de tráfico. Y aunque pareciese cruel, dio las gracias a sus padres por no llevarla de vacaciones con ellos. Al fin y al cabo ser la oveja negra de la familia no era tan malo.