sábado, 15 de marzo de 2014

Podríamos estar muertas mañana.

Era una fría mañana de domingo de 1645 en Inglaterra. Y como era habitual, la familia McKenzie se dirigía hacia la iglesia para escuchar el sermón del pastor Timothy.
_ Vamos Jeremy, anda deprisa o no llegaremos.
_ Pero madre, ¿por qué tenemos que ir?. La iglesia es tan aburrida _ Protestó el pequeño de la familia mientras se apresuraba en alcanzar a sus dos hermanas mayores.
_ Porque si no vas, estarás condenado a una vida llena de pecados y sufrimientos, para después, condenar tu alma al infierno. Además tu padre es el pastor de la iglesia y si alguno de nosotros faltásemos, estaríamos dando un mal ejemplo.
_ Además hermano, ir a la iglesia no es tan malo. Puedes entablar amistad con los demás hermanos de nuestra comunidad _ Dijo Mary, la hija mediana de la familia _ O también puedes hacer como  Lucy y conquistar al hijo mayor de los Burton.
_ ¿Qué has querido decir con eso? _ Protestó la hermana mayor.
_ No te hagas la tonta Lucy, sabes de sobra que William anda detrás de ti, no hay más que ver como te mira en misa.
_ Pues por mi puede buscarse a otra, yo no siento lo mismo.
_ ¿Y qué mas da?, es un buen partido. Su padre tiene un gran huerto y muchas vacas que los convierte en una de las familias más ricas de la zona.
_ Tu hermana Mary tienes razón. Además en tres meses cumplirás los dieciocho y eso quiere decir que serás una señorita con la consecuencia de que tendrás casarte pronto para formar tu propia familia.
_ Pero madre, yo no siento nada por él. ¿Y no dice las sagradas escrituras que para que una mujer y un hombre se casen hay que haber amor de por medio?.
_ Eso te lo acabas de inventar Lucy. Y para que lo sepas, mi matrimonio con tu padre también fue concertado y poco a poco aprendimos a querernos. Las historias románticas sólo ocurren en las novelas. Y ahora procura poner buena cara en misa o perjudicarás la imagen de tu padre.
Entraron en la iglesia y se sentaron en primera fila. En seguida todos quedaron en silencio al entrar el padre de Lucy o como era conocido, el pastor Timothy. Un hombre que rondaban los cuarenta y que según los miembros de la comunidad, poseía una gran sabiduría y era el mejor pastor que podían tener. Se acercó al altar y se aclaró la garganta antes de hablar.
_ Querido hermanos y hermanas sed bienvenidos un día más a la casa de dios. Como comprobaréis la dicha y la alegría no cabe en mi, pues soy el pastor que más pecadoras ha curado en toda Inglaterra. Sin ir más lejos la semana pasada conseguí atrapar a la pobre hermana Sue que cayó en las manos de la brujería. Por suerte para ella, murió en la hoguera consiguiendo que su alma fuera purificada y se reuniera con el altísimo, Pero aunque he hecho una dura labor, el trabajo aún no ha terminado pues aún queda muchas almas perdidas. _ Hizo una pausa para clasificar las miradas que le dirigía la comunidad antes de continuar _  Y de eso trata mi sermón de hoy, por favor abrid la biblia por el principio del nuevo testamento.
La misa trascurrió como las demás misas hechas por el padre Timothy. Cuando la dio por finalizada, hizo llamar a una familia compuesta por los padres, una muchacha de la misma edad que Lucy y un niño de ocho años.
_ Antes que os marchéis hermanos, me gustaría presentaros a la nueva familia que se ha unido a nuestra comunidad. Ellos son los Smiths y por favor me gustaría que se sintieran acogidos por todos nosotros. Sin más espero que tengáis una feliz semana.
Todos se marcharon de la iglesia menos la familia Smith y la familia del pastor, los cuales siempre esperaban al padre para poder regresar todos juntos a la modesta casa que tenían en el centro del pueblo.
_ Hola yo soy el pastor Timothy McKenzie y esta es mi mujer Joanna, mi hija Mary, mi hijo Jeremy... ¿dónde se ha metido Lucy?.
_ Se ha quedado hablando con el hijo de los Burton _ Se excusó Joanna _ Ya sabes a esa edad las consecuencias que conlleva._ ¡Lucy, ven aquí!.
La hija mayor de los McKenzie que aquel momento estaba hablando con William, escuchó la llamada de su madre y se sitió liberada al tener una excusa con que dejar la pesada conversación. Se despidió de William y se fue hacia donde se encontraba su familia.
_ Disculpa padre, pero estaba hablando con William Burton. ¿Deseaba algo?.
_ Como iba diciendo hermano Thomas, quería presentarte a mi mujer, Joanna así como a mi hija mayor Lucy, mi segunda hija Mary y mi pequeño Jeremy. _ Prosiguió con la presentación el señor McKenzie.
_ Es un placer, yo soy Thomas y esta es mi mujer Elizabeth, mi hija Clarissa y mi pequeño Jackson. Creo que nuestros hijos podrían tener una bonita amistad, pues si no me equivoco tanto mi hija y mi hijo tienen la misma edad que su hija mayor y su hijo pequeño.
_ Así es, yo tengo casi dieciocho, como su hija mayor y para mi sería un placer ser su amiga.
Lucy que en aquel momento estaba viendo como el pesado de William se iba, volvió su vista hacia la hija mayor de los Smith y sintió una punzada en el corazón que nunca había sentido antes, como si le faltara el aire. En seguida apartó la mirada ruborizada.
_ Sería un honor que esta noche vinieseis a cenar a nuestra casa _ Prosiguió Joanna _  Para poder conocernos mejor y poder hablarles sobre el pueblo y el duro trabajo que hace mi marido para mantenerlo limpio de las manos del maligno.
_ Por supuesto. Estaremos allí sobre las ocho. Mi esposa Elizabeth traerá su famoso estofado de verduras.
_ Hasta las ocho entonces _ Se despidió el pastor Timothy.
El pastor junto a su familia abandonó la iglesia mientras hablaba de su productivo trabajo contra la eliminación de las brujas mientras era escuchado por todos los miembros de la familia. Por todos menos por uno. Su hija mayor Lucy, apenas escuchaba a su padre, pues tenía el pensamiento perdido en los profundos ojos de color gris de Clarissa.
Llegó las ocho de la noche y a consecuencia de ello, llegó la familia Smith. Mary fue la encargada de recibirlos y conducirlos hasta el comedor de la casa, mientras Lucy ayudaba a su madre en la cocina.
Tanto la familia Smith como la familia McKenzie se sentaron alrededor de la mesa. Mientras cenaban el pastor comenzó hablar sobre sus triunfos contra el maligno y las brujas que había quemado mientras era escuchado por todos menos por Lucy. La cual se encontraba perdida otra vez ente los enormes ojos grises de Clarissa sintiendo que si dejaba de hacerlo se quedaría sin aire y moriría allí mismo.
_ Por segunda vez, Lucy cariño, ¿puedes traer los platos y el estofado de la señora Smith?.
_ ¿Qué?... Ah si, perdona madre, no sé donde tenía la cabeza. Ahora mismo voy.
_ Clarissa, ayuda a Lucy. Seguro que ella no puede traer las dos cosas al mismo tiempo y necesitará ayuda.
_ Por supuesto padre.
Ambas chicas se dirigieron a la cocina, pero lo que parecía ser un simple recorrido hacia otra parte de la casa, para Lucy fue un gran suplicio, pues Clarissa estaba junto a ella dispuesta ayudarla con los platos. Nerviosamente, comenzó a sacar la vajilla del mueble mientras Clarissa cogía el estofado, pero fueron esos nervios los que traicionaron a Lucy, haciendo que uno de los platos se cayera al suelo rompiéndose en mil pedazos. Rápidamente comenzó a recoger los pedazos.
_ Déjame que te ayude _ Sugirió Clarissa mientras se agachaba para recoger los pedazos.
Y fue en ese momento cuando los ojos azules de Lucy se volvieron a cruzar con los grises de Clarissa, pero esta vez la sensación fue diferente. Nunca antes había tenido a esa chica tan cerca y eso produjo que su corazón latiera con mucha más fuerza de los que había hecho antes. Y a consecuencia de eso no pudo evitar fijarse en el rostro dulce y aniñado de la chica que apenas había conocido hace unas horas y que le producía sensaciones extrañas. Y quizás fue el tenerla tan cerca, la consecuencia de no poder evitar hacer lo que hizo.
Antes de que Clarissa se levantara del suelo y volviera a perder el contacto visual, Lucy se abalanzó hacia ella y la besó en los labios. Clarissa ante la reacción de Lucy, se quedó sorprendida, pero después se acostumbró al cálido aliento de Lucy y se unió al beso.
_ ¿Por qué has hecho eso? _ Preguntó Clarissa separándose con cierta brusquedad de Lucy.
_ Yo... yo lo siento. No quería...
_ Pensé que me estaba volviendo loca _ La interrumpió Clarissa _ Pensé que me había vuelto loca al sentir ese vació extraño dentro de mi pecho, como si me faltara el aire.... Pero veo que tú sentiste lo mismo que yo.
_ ¿Chicas por qué estáis tardando demasiado? _ Interrumpió en la cocina Joanna McKenzie.
_ Lo siento madre... pero se me ha caído un plato accidentalmente y Clarissa me ha estado ayudando.
_ Tú como siempre en las nubes... Volved las dos a la mesa. Yo me encargaré de limpiar el resto.
Los hechos que ocurrieron después del beso, fueron los más normales del mundo. La familia Smith abandonó el hogar de la familia McKenzie después de la cena y tanto Clarissa como Lucy no volvieron a repetir esa escena.
Pasaron tres meses desde el beso y aunque para ambas chicas era una tortura, no podían estar a solas porque lo que sentían la una por la otra estaba moralmente mal visto por la iglesia y a pesar de que tanto Lucy como Clarissa se miraban con amor, ellas sólo se podían limitar a saludarse con amabilidad.
_ Tienes que arreglarte, ya sabes que esta noche William Burton te pedirá la mano por tu dieciocho cumpleaños.
_ Pero madre, yo no lo amo.
_ Tonterías, ya verás que con el tiempo aprendes a quererlo. Además, el está enamorado de ti y haría lo que fuera por casarse contigo. Tienes mucha suerte de encontrar a un chico como él, no lo olvides.
Lucy se alisó la falda de su vestido de terciopelo de color azul oscuro y se dirigió al salón de su casa. Allí junto a su familia se encontraba los Burton, los cuales estaban emocionados de poder emparejar a uno de sus hijos con la hija mayor del pastor.
_ Querida familia Burton _ Comentó Timothy _ Me complace poder entregar la mano de mi hija como muestra de unión entre ambas familia. Por favor Lucy ven y colócate junto a tu futuro esposo. Lucy hizo lo que pedía mientras William sacaba una pequeña cajita de uno de sus bolsillos.
_ Lucy McKenzie, ¿me concederías el honor de ser tu esposo?. Prometo amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe.
Lucy miró los fríos ojos marrones de William y comprendió que no eran los mismos ojos cálidos de sus amada, que no podía vivir sin ella y que no estaba dispuesta a casarse con un hombre que apenas quería. Por esa razón fue por la que no dudó ni un momento en huir en dirección a la puerta y correr en busca de libertad, lejos de ese horrible compromiso. Lucy corrió y corrió sin escuchar los gritos de rabia de su padre, lo único que quería era irse lo más lejos posible y ser libre. Hasta que casi sin darse cuenta tropezó con alguien.
_ Ten más cuidado, me has caído toda la leña que había cortado y... ¿Lucy?... ¿por qué vas tan corriendo?.
_ Clarissa... Mi familia me quiere comprometer con el hijo de los Burton... y yo he huído. No puedo permitir que me casen con alguien a quien no amo.
A lo lejos se podían oír los gritos del pastor Timothy llamando a su hija amenazadoramente. Clarissa vio la mirada aterrada de Lucy y no dudó ni un momento en ayudarla en lo que fuera.
_ Rápido _ Murmuró Clarissa agarrando la mano a Lucy _ Corramos hacia el pequeño granero que está junto a mi casa. Allí no nos encontrará.
Una tormenta se desencadenó mientras las dos muchachas corrían hacia el granero. Y cuando Lucy sintió que sus piernas iban a fallarle, llegaron a una pequeña cabaña de madera. Clarissa abrió la puerta y se introdujo en ella junto a Lucy.
_ Ha estado cerca _ Murmuró Lucy _ Gracias por ocultarme aquí.
_ No he hecho nada. Solo he retraso lo inevitable, ¿pero es que estás loca?.
_ Tú no lo entiende... William no es un mal chico pero no puedo amarlo de la misma manera que hago con...
Lucy se calló en ese punto de la frase.No sabía si continuar porque desde el beso que se dieron en la cocina de su casa, jamás volvieron a pronunciar ninguna palabra sobre el tema. Clarissa giró su mirada hacia Lucy y supo enseguida a quien se refería.
_ ¿Crees que yo no siento lo mismo?... ¿Crees que no se me parte el corazón al saber que no puedo tenerte por el simple hecho de que somos dos mujeres?... ¿Qué no crea que esta sociedad es injusta por ver con malo ojos a dos mujeres amarse?... Estás muy equivocada con respecto a mi si piensas que esta situación la llevo bien... Odio no poder besarte, abrazarte o decirte simplemente un te quiero porque somos mujeres.
_ Clarissa lo que pasó en la cocina fue...
_ Una simple muestra de lo que es el amor verdadero. Lucy te amo pero lo nuestro es imposible.
El sonido de un trueno retumbó afuera en el mismo momento en que Lucy se volvía a perder entre los ojos grises de Clarissa sintiendo lo que sintió aquella vez en la cocina. Con cierta timidez, Lucy se acercó hacia la única persona a la que amaba y juntó sus labios con los de ella.
Clarissa comenzó a profundizar más el beso, invadiendo la boca de Lucy con su lengua. Cansada de besar sólo una parte de ella, comenzó a posar sus labios sobre el cuello de Lucy, mientras ella guiaba sus manos a través de los botones del vestido negro de Clarissa, desabrochándolos. Pronto, Clarissa comenzó a imitar el gesto de Lucy haciendo lo mismo con su vestido, quedándose ambas en ropas interior. Y fue ese momento cuando la dos fueron consciente de lo que estaban haciendo, deteniéndose bruscamente.
_ Lucy no creo que ésto sea conveniente. ¿Qué dirá tu padre, un mensajero de dios si nos encuentra de esta manera?.
_ No me importa lo que diga mi padre. Si de verdad existe dios, sabrá que nuestro amor es puro y no tenemos intención de hacer daño a nadie.
Clarissa miró con dulzura a Lucy y comenzó a besarla nuevamente y pronto comprendió que lo único que había deseado desde hace tiempo era sentir el roce de la piel de Lucy contra la suya. Despacio pero sin detenerse, comenzó desabrochándole el corsé, liberando los pequeños pechos de su amada para después, besar cada detalle de éstos. Mientras tanto, Lucy besaba el cuello de su amada y hacía lo mismo con el corsé de Clarissa.
Poco a poco los besos de Clarissa continuaron bajando hasta casi la parte íntima de Lucy, enfadándose con la ropa interior por esconderla. Pero pronto está desapareció, dejándola al descubierto. Con una gran felicidad mezclada con placer que nunca antes había sentido, comenzó a besar esa parte mientras su amada gemía.
Pasado cinco minutos, ambas se tumbaron sobre un montón de heno y Lucy comenzó a invadir la parte íntima de Clarissa, mientras ésta no paraba de besar los muslos de su amada. Ambas gemían de placer y comprendieron que lo que estaban sintiendo no era otra cosa que amor. Pero no un amor que con fecha de caducidad que Lucy había visto en cientos de parejas concertadas, si no un amor como el que se describía en los libros románticos.
Ambas notaron como el tiempo se detenía mientras no paraban de besarse y sólo se detuvieron cuando les invadió el cansancio y decidieron permanecer dormidas abrazadas la una a la otra. Pero con la diferencia de que Lucy acariciaba la cabellera rubia de Clarissa y ésta acariciaba la cabellera castaña de Lucy. Y hubieran permanecido así durante toda la vida si no hubieran sido interrumpidas por el pastor.
_ ¡Lucy McKenzie que demonios has estado haciendo como esa hija de satanás!
_ Padre yo... ¡puedo explicarlo!.
_ No hay nada que debas explicarme. Llevo toda una vida luchando contra el maligno y descubro que mi hija está retozando con una enviada del diablo. Hermano Francis, prepara la hoguera, al amanecer tenemos que purificar a un par de almas invadidas por el maligno _ Y sin decir nada más, el pastor Timothy se fue.
_ ¡No padre... tú no lo entiendes!.
Pero todas las súplicas en forma de grito que soltaron ambas muchachas aquella noche fueron inútil. Permanecieron encerradas hasta que amaneció cada una en una celda distinta. Y cuando los primeros rayos del sol asomaron por el horizonte, fueron conducidas hacia el centro de la plaza del pueblo. Una vez allí, cada una fue llevada y amarrada en un poste de madera, permaneciendo una enfrente de la otra.
_ Queridos hermanos hoy lamentablemente me he visto obligado a contemplar como la frágil alma de mi hija mayor Lucy, ha sido invadida por el maligno. Sin más, me veo obligado a quemarla con el fin de que dios la perdone, así como la pobre alma de la hermana Clarissa Smith. _ Hizo un silencio para observar el rostro de los que habían venido a la ejecución para después continuar _ Sólo espero, que dios, ser misericordioso se apiade de estas pobres muchachas.
Y dicho eso, el cogió una antorcha y prendió fuego a las dos chicas. Clarissa gritaba pidiendo auxilio y diciendo que lo único que había hecho era amar. En cambio Lucy, miraba en silencio los ojos grises de su amda mientras era consumida por las llamas. Y con el recuerdo de haber sentido el significado del amor verdadero, Lucy Smith murió quemada en la hoguera

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